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martes, 20 de abril de 2010

¿DE CÓMO HEMOS IDO APRENDIENDO A ENSEÑAR?

Expresarse es mostrarse, es desnudarse, es comunicarse, es poder ejercer cierta influencia en los demás, y esto a uno le preocupa pues no se establece la relación dialógica que legitima nuestro actuar.
 
Por eso debes personalizarlas a la luz de tus propias experiencias personales y profesionales. Todo discurso debe ser acogido crítica y selectivamente. Pensamos que es importante la experiencia de cada persona porque de todo se aprende.

Queremos preguntarnos, inicialmente, si hay una única teoría curricular, entendiendo por ésta la forma de pensar y de actuar en y sobre la práctica educativa o si hay varias perspectivas o enfoques curriculares.

Qué profesor se demanda, se exige, se permite, se tolera desde cada una de las perspectivas curriculares y qué modelos de formación del profesorado se proponen desde dichas visiones. Nos movemos, pues, dentro de una trilogía básica: a) perspectivas curriculares, b) funciones que se le asignan, atribuyen, permiten al profesorado en las distintas perspectivas, y c) modelos de formación del profesorado desde las distintas perspectivas.
 
Respecto a las perspectivas curriculares hemos de decir que los seres humanos somos seres singulares y peculiares, y uno de los objetivos educativos debería ser desarrollar esa singularidad en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar.

No hay que olvidarse que el curriculum, como nos dice Grundy (1991), no es un concepto, sino una construcción social, una construcción cultural. Es una forma de organizar un conjunto de prácticas educativas humanas. El curriculum es el plan cultural que se va concretando, materializando, día a día, en las condiciones específicas de aula y que sirve para que las nuevas generaciones puedan integrarse como ciudadanos y ciudadanas de forma crítica, autónoma y responsable en la sociedad en que les toca vivir
 
Hablar de curriculum es hablar de educación: de sus relaciones con la sociedad; es hablar de enseñanza: qué se enseña, quién y con qué criterios se elige la cultura que se enseña, cómo organizarla, secuenciarla y mostrarla a los alumnos; es hablar de aprendizaje: cómo se aprende, cómo se da significado a los aprendizajes, qué papel debe tener el alumno en la construcción de sus conocimientos; es hablar de las finalidades de la educación donde se pueden recalcar más las funciones instructiva y socializadora, primando la vertiente reproductora, o la función educativa transformadora que permite la emergencia y el desarrollo de la subjetividad personal a través de la reconstrucción crítica del conocimiento; es hablar de los medios y recursos: cómo seleccionarlos y qué uso vamos a hacer de los mismos; es hablar de evaluación y de todo lo que este elemento curricular comporta.
 
Si el curriculum implicase sólo preguntas técnicas, como qué enseñar y cómo hacerlo, sería posible una única teoría sobre él. Pero al implicar cuestiones éticas, morales y políticas, es decir, preguntas como: por qué enseñar algo concreto y por qué hacerlo como se hace, son las diferentes visiones, las diferentes concepciones y valoraciones de la realidad las que se proyectan de forma diferente sobre la práctica educativa y sus implicaciones.
 
Como conclusión, decimos que los fenómenos educativos son procesos humanos, y para abordarlos no siempre nos basta con aplicar mecánicamente reglas de forma generalizada y descontextualizada haciendo uso de las destrezas y competencias aprendidas. El conocimiento teórico, previo nos puede orientar, pero no determinar nuestra actuación. La enseñanza es una actividad en la que frecuentemente afloran situaciones inciertas, singulares y conflictivas para las que difícilmente pueden servir las estrategias y rutinas aprendidas en nuestra formación o las recetas proporcionadas por otros. Más bien se necesita reflexionar sobre las situaciones, deliberar sobre el sentido y significado de las mismas y buscar alternativas de acción sin olvidar el prestar atención a las posibles consecuencias que se puedan derivar de ellas. De aquí se desprende que la formación del profesorado debe preocuparse no sólo por la adquisición de conocimiento teórico, sino, principalmente, de que los docentes sean capaces de intervenir en el arte de la práctica, experimentando y contrastando el valor de sus teorías y rutinas en los casos prácticos a los que se enfrenta.
 
Otro aspecto relevante que nos parece importante es la formación del profesorado es un campo complejo en el que se escuchan muchas voces. Ilustres académicos han propuesto varios perfiles del profesor ideal que nos avisan de la complejidad y dificultad de este campo y que sintetiza Schwartz (1996):
 
El perfil del buen empleado: los programas de formación de profesores deben formar a personas que sean buenos profesores en centros y aulas y que deben estar preparadas para enfrentarse a los problemas del mundo real, proporcionándoles destrezas técnicas y valores de integración social.
 
El perfil de académico, que domina los contenidos que tiene que enseñar porque ha sido formado en programas universitarios selectivos y rigurosos.
 
El perfil de persona que funciona completamente: la autoeficacia, el desarrollo personal y de un estilo peculiar de enseñanza son objetivos a conseguir en la formación del profesorado, en la que el conocimiento del desarrollo humano y las técnicas para crear ambientes positivos de aprendizaje son estrategias fundamentales.
 
Este es el perfil favorito de psicólogos, orientadores y educadores de enseñanza elemental.
 
El perfil de innovador: los programas deben de formar profesores que estén siempre en continua renovación. Es el perfil preferido por científicos sociales, investigadores educativos, reformadores del curriculum y profesores de formación del profesorado.
 
El perfil de práctico reflexivo (Schön, 1983). Los programas deben preparar a los futuros profesores para que observen , analicen e interpreten su propio comportamiento. Los profesores de formación del profesorado que trabajan con orientaciones cualitativas y etnográficas son los defensores de este perfil.
 
El debate se centra en si la enseñanza es una actividad en la que pueden ser identificadas leyes o principios generales, que puedan ser comprendidos en términos científicos, facilitando la planificación o la predicción; o si, en gran medida, es un proceso individual, intuitivo y espontáneo que envuelve tantos factores que es imposible especificar líneas generales de dirección y producir trabajo de imaginación creativa.
 
La ciencia nos proporciona información, explicación y herramientas para comprender la acción social, para resolver problemas y para planificar. “Usada al servicio de la comprensión humana es actividad creativa e imaginativa que a veces puede revelarnos algo sorprendente y puede inspirarnos y darnos energía” pensamos que esta frase es bastante importante.
 
La enseñanza es una actividad socialmente construida, producto de un conjunto de relaciones situadas dentro de un tiempo histórico y de unas particulares concepciones espaciales (Hargreaves, 1996). Es además una actividad compleja que desobedece cualquier forma de simplificación.
 
Nos gustaría en este resumen nombrar los procesos de investigación:
 
  1. Investigación experimental y la cuasi-experimental
  2. Investigación correlacional
  3. Investigación mediante cuestionario
  4. Estudio de caso
  5. Investigación histórica y la filosófica
  6. Investigación narrativa o biográfica.
 Por último la síntesis de los contenidos tratados.
 
La formación del profesorado es un campo de estudio cuya complejidad y dificultad se reflejan en la generalidad y variedad de perfiles propuestos para el docente como: buen empleado, académico, persona que funciona, innovador, investigador, práctico reflexivo.
 
Algunos problemas de la formación del profesorado tienen que ver con: el academicismo en los programas, el énfasis en las certificaciones, la obsesión por elevar el nivel de los programas, la diversidad y la multiculturalidad, la hegemonía de la racionalidad tecnocrática.

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